¿Contamos con buenos profesores particulares?

¿Contamos con buenos profesores particulares?

Me atrevería a decir que no.

El oficio de profesor, aunque prefiero utilizar el término docente, es un oficio difícil, complicado, que tiene, de una parte, un componente innato y, de otra, un componente adquirido, pero adquirido con el paso del tiempo, a base de experiencias.

Saber mucho no equivale a comunicar bien. Comunicar bien no equivale a saber mucho.

Un buen docente, además de conocimientos adquiridos, ha de saber transmitirlos

Además, ha de saber cómo transmitirlos dependiendo del contexto en el que esté y del alumno al que vayan dirigidos.

Esto, de por sí, no es fácil, pero podemos asegurar que es más complicado aún, más difícil de conseguir, aunque parezca una contradicción, en el caso de una clase particular.

Sesenta minutos o noventa, dependiendo de la duración, a solas con un alumno que reclama solución inmediata a una serie de dudas que le han surgido antes de la llegada del profesor o a medida que éste le explica tal o cual teoría, le resuelve éste o aquél problema, requiere una preparación que no muchos profesores particulares poseen.

Pero, además, hay que tener en cuenta que, aunque el profesor particular prepara al alumno, al final no es quien lo examina, por lo que aspectos como los criterios de calificación del profesor titular o tipos de exámenes, etc. son aspectos a los que tendrá que prestar una gran atención.

Se necesita formación, experiencia y un método didáctico que sea eficaz.

Cuidado, pues, con los profesores particulares. Son muchos los que, anunciándose, pretenden serlo, pero muy pocos los que se merecen ese nombre.

 

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